martes, 30 de marzo de 2010

Sobre Natural.



Parlante encendido. Cuerpo erguido escribiendo frente al computador un tanto inquieta. Las una de la madrugada. Sin sueño, bueno, con un poco. Acaricio mi frente bruscamente tratando de pensar en qué escribir aquí. Cero ideas. El ruido continuo del filtro de la pecera junto a la ventana del comedor me mantiene despierta. Los peces duermen...

Pensando que mi tío se encontraba detrás de mi persona observando lo que yo escribía con poco entusiasmo y un tanto soñolienta, me giro sobre el asiento con la intención de preguntarle qué observaba...

No había ser que se encontrara en ese momento allí. Sin embargo, aun conservaba la sensación de que no estaba sola. Es graciosa esa sensación de que alguien te esta vigilando, esperando el próximo movimiento que me dispondría a realizar, aunque después de un rato deja de ser gracioso. Ese sentimiento de conformidad pasa a un estado de persecución constante. Sientes que en cualquier momento algún ente que desconoces sus intenciones se acercará por tu espalda, susurrará en tu oído y en una milésima de segundo congelara tus pensamientos y ese escalofrió irreversible recorrerá tu cuerpo de pies a cabeza... dejándote con un nudo en la garganta, con la adrenalina brotando por los poros y con las intenciones de salir corriendo de aquel sitio.

Aunque el ser humano por esencia le tema a lo desconocido y a lo sobrenatural, soy fiel partidaria de que los vivos hacen más daño que los que ya no pertenecen a este mundo. Creo que aquellas energías o almas, como quieran llamarles, ronden en casas o sectores de nuestras poblaciones es porque no han logrado encontrar la paz o tienen asuntos pendientes en nuestro plano. Por lo general es lo ultimo.

Aun así me da miedo igual que en mi casa se paseen como quien da un paseo en día soleado por la plaza. Créanme, lo gracioso se pasa después de media hora en la cual se sienten ruidos de muebles corriéndose o el rodar de una canica en el segundo piso.